miércoles, 19 de abril de 2017

Cuando.


Cuando pensaba en él, solía recordar las tardes tristes, de llovizna suave, en que hacíamos el amor. 
En que su cuerpo calentaba mi afligido espíritu, contaminado de derrotas, de espejos rotos, de recuerdos atroces de inviernos llenos de soledades. 
Cuando pensaba en él, solía escribirlo, describirlo, dibujarlo y pintarlo. Tenía un lienzo que todos los días retocaba hasta hacer de sus atributos rasgos que en singular tenía.

Cuando lo besaba, sentía sus labios dibujando mis labios, su aliento entrar en mi, me purificaba, me salvaba, parecido a cuando das respiración a un ahogado. 
Sentía su boca ansiosa por comerme, probarme, degustarme, recorrerme; un beso y yo, me alimentaba de su alma, de su ser, de esos ojos bellos, que a veces, yo sorprendía abiertos, porque le gustaba mirarme cuando le besaba.

Cuando lo tocaba, sentía mi mano irse por miles de naturalezas salvajes, rústicas, llenas de la intensidad de las primeras veces que estuvimos juntos, en que cada trozo de sus carnes, era nuevo, era mil veces nueva.
Tenía el poder de la renovación, seguido de un siempre inesperado gemido, imponente, suave, callada, maravillada, expectante, porque esa mano siguiera de largo y se bañara de lo prohibido. 
Mis dedos tocaban melodías asombrosas en su cuerpo, música cargada de ternura y sensualidad.

Cuando le hacía el amor, desnudaba hasta sus más íntimos y perversos secretos, con los cuales él, jugaba como un sinvergüenza, escandalizándome con sus montones de ternuras, indecencias, sensualidad, perversión y placeres. 
Me hacía cómplice de sus más prodigiosos delitos y crímenes, sentía la crueldad de una pasión sangrienta y astuta, totalmente traicionera, inesperada, completamente entregada.

Cuando lloraba por él, lo maldecía, me deshacía en mis propias lágrimas, pensaba en su rostro, en sus manos, en su cabello, en el momento, en ese momento, el cual, nos perdimos irremediablemente...
En ese momento en que nos volvimos locos, y nos aniquilamos con tantos besos que pasaron por nuestros labios y siguieron derecho a nuestra alma, quemándolo, quemándome, quemándonos de gusto.

-Le extraño.-

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